sábado, 20 de febrero de 2021

La Universidad como agencia de colocación

 Son recurrentes las noticias sobre la crítica hacia la Universidad como fábrica de desempleados. En contraposición, desde el estamento universitario se replica que la Universidad no es una agencia de empleo. A bote pronto, me parece una respuesta a la defensiva, evasiva  e impropia de quienes forman parte de una institución educativa (o al menos este creo que es uno de sus fines). Es un tema muy discutido en las redes, con la endogamia como telón de fondo, asunto que tiene muchas aristas. Mayoritariamente en nuestras universidades tenemos investigadores y docente muy trabajadores, aunque pienso que los perfiles son inadecuados y muy mejorables. No es tanto el debate de no elegir adecuadamente o que se queden los mejores, propósito que es poco realista y está idealizado. Pongamos por caso, la incompatibilidad de caracteres, perfiles ideológicos e incluso prioridades en la vida, a veces dan al traste con las aspiraciones de excelentes estudiantes, que acaban por alejarse del mundo universitario. Esto es, entre las variables en juego no sólo participa el expediente académico, y ya veremos si eres capaz de trabajar en equipo y a qué precio, el umbral de tolerancia al ordeno-mando, el someterte al imperio del catedrático de turno, compañeras insufribles, etc. Por tanto, el componente humano y social puede ser determinante frente al académico a la hora de ocupar puestos relevantes.

   Hay una parte de la Comunidad universitaria que silba con las manos en los bolsillos cuando se habla de la precariedad y el subempleo de los egresados, como si no fuera con ellos.  Sobre este particular hay voces que demandan propuestas sobre cuál debe ser la misión de la Universidad del siglo XXI. Sabemos que, generalmente, las titulaciones universitarias capacitan para el ejercicio de una profesión (no todas, vale), y esto no debe ser ajeno a quienes dentro de la Universidad consideran que no tienen la obligación de buscar trabajo a los postgraduados. Si me preparas para el ejercicio profesional, algo tendrá que ver el profesorado en el éxito de ocupación de sus titulados. He dicho algo que ver, que puede ser bastante. Sin embargo, nadie dice que les busques y encuentres trabajo a los titulados, cosa que es una verdad a medias, pues es vox populi que muchos de los que se dedican a la investigación son el paradigma de la endogamia, y muchos de los que están en consultoras y administraciones públicas han sido recomendados apasionadamente por responsables de departamentos y cátedras universitarias. 


Recreación de entrevista laboral donde ya tienen al candidato seleccionado de antemano

   Parece que no está bien aceptada la crítica sobre impartir titulaciones que no encuentran su sitio en la sociedad, aunque sea por razones no siempre imputables a la Universidad. A su vez, tampoco se admite el adecuar el número de facultades y/o titulaciones a las tasas de ocupación laboral, porque en este caso afectaría al empleo dentro de la propia Universidad. Es que ni siquiera se ofrece la mínima información  sociolaboral para que los alumnos sepan a que se exponen cuando se matriculan en una Facultad, y a qué se tienen que enfrentar en el futuro inmediato. Es una obligación moral aportar dicha información para que nadie se lleve a engaño. No se puede estar predicando con todo lo que prometen los estudios científico-tecnológicos, para luego acabar limpiando W.C. en Londres. Hay quien piensa que las familias de clase trabajadora están sosteniendo con sus ingresos e impuestos a titulaciones sin futuro laboral, a costa de que únicamente trabajen en lo propio, aquellos que han tenido la fortuna de ser apadrinados por los departamentos universitarios más influyentes. Recuerdo algún comentario de mala baba, sugiriendo que es peor tener desempleados incultos que aquellos que han pasado por la Universidad. En fin, argumentos de Pepe gotera y Otilio, en boca de autoridades públicas.


No pocos universitarios aceptan subemplearse

   En EE.UU. el tema del desempleo universitario llegó a Tribunales, por entender como fraude el ofertar plazas que luego no absorbe el mercado laboral, teniendo en cuenta que allí, el coste de los estudios es importante hasta el punto de hipotecarse por todo lo alto. En nuestro país el coste económico de los estudios no es tan extremo (según se mire el nivel adquisitivo), pero el tiempo, recursos  y esfuerzo son lo suficientemente importantes como para que las autoridades se impliquen en buscar soluciones. Desde luego, no debería hacerse la vista gorda a este panorama, y ya es hora de tener una actitud comprometida con nuestros estudiantes.