martes, 29 de noviembre de 2016

¿Calidad? del agua de las playas

¿Conocen a alguien que sospeche de las calificaciones sanitarias de las aguas de nuestras playas? A unos pocos, diréis. Hasta cierto punto no os falta razón. Cada año una cantidad considerable de nuestras playas obtienen la calificación excelente por la calidad de sus aguas, para complacencia del sector turístico, de nuestras autoridades y de los más chovinistas. Nadie quiere noticias negativas que afecten a quienes nos visitan, al empleo derivado del turismo ni a quienes deben dar explicaciones por ello (Ayuntamientos y Administración sanitaria). Sin embargo, muchos vecinos, turistas y veraneantes observan cada año la presencia de natas flotantes en las aguas dándole un aspecto terrible que ni siquiera asusta a los más valientes. Numerosos bañistas son víctimas de otitis, conjuntivitis, diarreas y otras patologías que asocian al baño en la playa y ocasionalmente, pero tampoco inusuales, son las denuncias en las inmediaciones de los lugares de baño por la presencia de roedores e incluso filtraciones de la red de alcantarillado. Muchas personas se preguntan cómo es posible obtener una buena calificación sanitaria del estado de las playas en tales circunstancias. Parece que hay tongo. Vamos a intentar descifrar este enigma en esta entrada, explicando resumidamente el proceso de calificación del agua de las playas.

Imagen. Polémica reserva de espacio público en una playa

Cada temporada de baño, por mandato de la Comisión Europea la administración sanitaria de las Comunidades Autónomas realiza ocho muestreos de agua, distribuidos quincenalmente, por cada zona oficial de baño censada (es decir, no incluye todas las playas donde hay bañistas),  donde únicamente se analizan dos grupos de bacterias (E. coli y Enterococos) indicadoras de contaminación fecal. El que sea suficiente 8 muestras es el resultado de un estudio estadístico que merece otra entrada, para calmar a los "referees" soliviantados con las muestras "pequeñas". En función de la mayor o menor densidad bacteriana detectada en las muestras se obtienen cuatro calificaciones de la calidad del agua (excelente, buena, suficiente, insuficiente), que en caso extremo puede derivar al cierre de la playa al público. Para empezar el término calidad, ya de por sí es polémico. Es lógico que las calificaciones rehuyen de términos exagerados aunque también debería hacerlo de los eufemísticos o generalistas que informen bien poco. Esto no quiere decir que el agua esté libre de otros microorganismos (ej. dinoflagelados, esporozoos, ciliados) y bacterias patógenas. Por ejemplo, la presencia de Salmonella en el agua marina (no sólo presente en ovoproductos)  con relación a otros microorganismos fecales es un factor ecológico y sanitario muy importante. Pero entonces, ¿porqué se analizan esas y no otras o más bacterias? ¿estamos seguros? Aparte del sentido común al bañarnos, la base de la calificación sanitaria del agua se sustenta en el concepto de riesgo, es decir, la probabilidad de contraer una enfermedad al bañarnos. Pero no cualquier enfermedad sino las que están asociadas a esos dos grupos de enterobacterias. Se trata de un modelo probabilístico (no posibilístico, que es otra cosa) basado en indicadores de las enfermedades más importantes habituales de transmisión hídrica. Esto es, tendremos asociada una probabilidad  de contraer una determinada enfermedad (normalmente gastroenteritis) si en el agua se superan ciertos niveles o densidades bacterianas, lo cual también va a estar condicionado por las características biológicas del bañista, edad, estado inmunológico, patologías subyacentes, etc. Para entendernos, dos personas no reaccionan del mismo modo ante la misma cantidad de bacterias en el agua. Incluso no es nada extraño encontrar casos que enfermen por exposición a un nivel de bacterias legalmente permitido. El riesgo 0 no existe.
Esto nos conduce a aclarar que los criterios de decisión para la calificación del agua no son científicos sino políticos, al contrario de lo que intuitivamente pensamos. Con el patio político revuelto, échate a temblar, pero hay que reconocer que irremediablemente, la política  tiene su papel. No es fácil construir un indicador de contaminación que sea válido para países europeos tan dispares (nórdicos y mediterráneos), con características ambientales y sociodemográficas bien distintas. Y estas diferencias fueron motivo de intensos debates antes de llegar a nuestra actual regulación sanitaria. Hay países que invierten más que otros en saneamiento, y defienden límites de calidad muy estrictos para todos por igual. Además hay quienes consideran que las redes de vigilancia epidemiológica son muy limitadas por cubrir un pequeño espectro de enfermedades transmisibles por el agua de baño. Los resultados del análisis del agua no deberían ser consecuencia de los aportes contaminantes de los propios bañistas (o sea, de sus condiciones higiénicas) sino que deberían reflejar las condiciones iniciales del agua. Como quiera que sea, en el trasfondo de este tema hay intereses encontrados que todos podemos intuir: ganancia/pérdida de fondos europeos, políticas de salud, criterios técnicos...
Finalmente, y para complicarlo todo, existen otras calificaciones de las playas como las banderas azules (realizada por la Foundation for Environmental Education), las banderas negras (realizada por Ecologistas en Acción) y las banderas Q (realizada por el Instituto para la Calidad Turística Española) que utilizan diferentes criterios a los oficiales, es decir, a los que realiza el Gobierno autonómico regional. Quizás a nadie le guste una única verdad oficial y por eso es bueno poder contrastar informaciones procedentes de distintas fuentes, pero con cautela, fundamento y sabiendo de lo que hablamos.