lunes, 20 de julio de 2020

Dónde estabas Salud Pública, cuando tanto te necesité

Hace tiempo que pregunté a un Gerente que como era posible colocar de directivo a un pardillo sin capacitación alguna, y que traía fama de hideputa. No digo con un San Telmo de valvulina, a costa del erario público, pero sí al menos una formación básica para mandos. Y me respondió, parafraseando al que fuera Presidente estadounidense F.D. Roosevelt, sí es cierto, pero es nuestro hideputa. En fin, yo he visto de todo, abundando la escasa capacitación y cualificación de los mandos (vienen a decir: es lo que hay y tienen que ponerlos para mantener a flote el sistema), directivos trepas, déspotas y sin escrúpulos, otros puestos a la fuerza mientras esperan su destino para salir pitando, muchos con una extraña lealtad a su partido, sobre todo mucho voluntarismo pero poco Know-how y cuando hay un problema, se sujetan a lo que digan los de arriba. Ciertamente a una gran mayoría les dejan hacer poco, casi todo está preordenado y limitado presupuestariamente. A mi juicio es un mal sistémico de las Administraciones públicas con difícil solución, si no es con medidas transgresoras y drásticas. Como las que debieron tomarse con el Covid19 al inicio del brote, que no pandemia.

Es acuciante desarrollar competencias y reformar la salud pública

   Hay que hacer autocrítica sobre la mala imagen que se está llevando la salud pública con la pandemia, por muy extraordinaria que sea la situación: profesionales contagiados a gogó, provisiones de EPIs con una hojita de parra delante y otra detrás, fondos de reserva de material sanitario caducado desde el 2009, test de anticuerpos menos fiables que una pitonisa, expertos asesores obviando las recomendaciones del eCDC, aconsejando que no se usen mascarillas y otras ocurrencias personales, etc. Todos hemos visto decisiones de las autoridades que son inconcebibles. Seguramente la causa sea multifactorial, algunos factores exógenos incontrolables, pero en lo que a nosotros nos atañe destacaría que los servicios de salud pública están poco consolidados, mal cohesionados, con una presencia muy débil y escasamente integrada en la Atención Primaria, funcionando sin un claro liderazgo, no digo desorganizada, aunque sí muy corporativizada. Publicamos un artículo al respecto, y aquí no quiero entrar en detalles escabrosos. Se ha relegado al olvido el desarrollo de las competencias de salud pública en los Servicios de Salud. En su momento se publicaron Leyes de salud pública en algunas CC.AA. aunque sin desarrollo reglamentario, y que a la luz de esta crisis deberían ser reformadas para no quedar en lo que siempre se habla en los corrillos como la hermanita pobre de la Sanidad. Quedaron enmarcadas en los anales del BOE y BOJA, y san-se-acabó.

   Reconozco que lo de aplicar criterios epidemiológicos para la toma de decisiones en su debido momento me ha llevado al desengaño. Sabemos que el confinamiento no puede ser eterno, pero en las fases iniciales del brote primaron los criterios político-económicos frente a los sanitarios, cuando debió ser al revés o bien en un equilibrio razonable. En muchos aspectos se ha echado el cerrojazo a la transparencia, tambaleándose el derecho a una información veraz. Prefiero no meterme en el charco del misteriosamente desaparecido Informe Simón (et al.) del 10 de febrero. Aunque para aparentar una gestión rigurosa, las autoridades tardaron poco en decir que sus decisiones se sustentan en la evidencia científica, una expresión usada como muletilla legitimadora, cuando apenas sabemos nada del Covid19 (bueno, algo sí: no es una gripecilla) y sin explicitar en qué consiste esa evidencia y los avales técnicos (en post anteriores ya denunciamos la manipulación política del término). ¿Las conexiones aéreas con Italia no eran suficiente criterio para anticiparse? Es cómo si no tuviéramos capacidad para reaccionar, quedando a remolque de los acontecimientos. Parece que todo se mueve del revés: lentos en la escalada y rápidos en la desescalada. Aunque para mí lo preocupante fue ver al Gobierno contemplativo y dubitativo. La improvisación ante la incertidumbre también tiene límites. Un aspecto sorprendente es la validación de datos para el recuento de casos (no cesan los asteriscos cada vez que se publican), los cambios en la definición de caso, y recientemente la modificación de las series temporales.  La información científico-técnica manejada en la crisis ha sido de dudosa credibilidad, tanto por la imprecisión, sus continuos bandazos y el desconocimiento de las fuentes. Los investigadores están que trinan con los continuos cambios de criterio y la falta de difusión de los datos en bruto. Con lo que estamos viendo, pienso en cómo se han podido cocinar los papers de salud pública, por mucho peer-review al que se hayan sujetado. También le dedicamos una entrada a los entresijos de intereses de las publicaciones científicas.

Las políticas científicas deben reforzar el papel de la investigación

   Hace aproximadamente 30 años empezamos a trabajar en programas de salud pública  en Atención Primaria, y mi experiencia al principio fue muy positiva (no sé si mi ilusión ocultaba la realidad) viendo como los compañeros se involucraban, no todos, porque en la viña del Señor hay de todo. Poco a poco empezaron a surgir voces críticas sobre el mal ambiente en las direcciones de los centros, malestar que iban haciendo mella en el día a día, las presiones políticas estaban a la orden del día, pasando de ser una gran hermandad a una familia mal avenida y muy desconfiada. Notamos que al introducir los contratos-programa, empezaron a primar lo asistencial y medicalizar la Sanidad, a la par marginando a los profesionales de salud pública que pasaron a depender de facto de las Delegaciones de Salud, órganos administrativos de carácter político, que no tienen entre sus funciones la prestación de servicios sanitarios, pues éstos tienen unas reglas comunes distintas a las de Función pública. El trato personal y profesional era muy desigual, impregnado de prejuicios, intereses personales e impropio de un servicio público. Esto se comentaba tanto en consejos de dirección como entre profesionales off the record. Tienen razón quienes dicen que en las grandes y medianas empresas privadas hay una mejor organización y se comparten objetivos, sin que ello signifique que la profesionalidad sea mejor o peor en un ámbito u otro. Aun así, me quedo con muchos de los logros que se hicieron con gran esfuerzo colectivo, sin medios y a contra-corriente. Todo ello intentando conservar la memoria para tener perspectiva. Ahora toca salir de esta lo mejor que podamos y seamos capaces.