viernes, 31 de mayo de 2019

Innovaciones organizativas en los servicios públicos de salud

   Hace poco, leí un texto en prensa donde se incidía en el escaso valor qué se le concede a las innovaciones organizativas frente a las de tipo clínico, en el contexto del sistema sanitario. Visto y leído así, sin matices, pues para qué negarlo, tiene su razón de ser. Sin embargo, cuando se vinculan los cambios organizativos a unas necesidades sombrías, poco participativas, sin transparencia y sesgadas, pues el asunto va tomando otro cariz. La innovación se maquilla con un eslogan resultón, mucha propaganda y cómo no, ocultando los intereses de parte. 
   Cuando el objetivo de fondo es suprimir categorías laborales, la drástica medida se reviste de una buena narrativa lírica para enmascarar lo que verdaderamente es, un soneto con mala rima, o sea, arbitrariedad de tomo y lomo. Las palabras cuentan aquí para desviar la atención, confundiendo lo urgente con lo importante, que no es más que conocer los estudios técnicos justificativos previos, cuál es o ha sido la participación real (lo digo así, porque suelen elegir a un cabecilla en lugar de un líder/esa de consenso) de los colectivos profesionales afectados ante los cambios, las nuevas necesidades parece que emergen de la nada y los grupos de trabajo brillan por su ausencia, cuando no, están agazapados para no señalarse ante medidas de atropello profesional (de la que seguro pillan su tajada). Con esto quiero decir que en la Función Pública existen unos requisitos y procedimientos cuando se acometen reformas organizativas (negociación colectiva, diagnóstico riguroso de necesidades, consultas y participación de colegios profesionales, sociedades científicas...). Y, por supuesto, hay que rendir cuentas y asumir que pertenecemos a la Administración Pública, sujetos a las reglas de lo Administrativo (no sólo, no siempre).

Hay innovaciones organizativas que evocan al siniestro Dr.Fumanchu (gran Boris Karloff!)

   Es absolutamente inescrutable de quien parte la propuesta organizativa ¿Si algo es tan evidente y necesario, porqué juegan a la emboscada y son tan poco participativos?. Llamemos a las cosas por su nombre, y si lo que quieren es reducir plantillas, por favor, no "meneéis a la marrana". No creáis que es una medida de ahorro, pues otros capitalizarán esa parte del presupuesto, reutilizando esa partida para otros colectivos profesionales tradicionales. Lamentablemente, a veces esto funciona como un mercado persa: si te tienen que intercambiar por una cabra, son capaces de hacerlo. En fin, una gestión del cambio asombrosa cuando no inexistente. 
   Es habitual escuchar de nuestros responsables públicos frases facilonas del tipo: "los tiempos han cambiado" (para los demás) "ese trabajo para qué sirve" (se les ha olvidado de repente) "tengo otras necesidades" (un gerente organizando por su cuenta los servicios públicos, convertido en el pantocrator de la Sanidad) "es que no quieres progresar" (frente a tu voluntad, deciden en qué consiste el progreso y el cómo), "tienes un problema de resistencia al cambio" (sobre todo si son cambios leoninos), "la gerencia se organiza como le venga en gana" (transformando los servicios públicos en una especie de zoco, sin sujetarse a la normas de la Función Pública).  Un trato profesional muy tabernero en privado, con explicaciones fálicas, aunque cuidándose mucho de no manifestarse así en los foros profesionales, no vaya a ser que ofrezcan una imagen de poco lustre. En definitiva, los de arriba dan pocos o nulos argumentos de lo que pretenden innovar, menos aún de motivar sus decisiones, y viven sumergidos en su particular día de la marmota, aunque sin cambiarse a si mismos. Sus rasgos emocionales les impiden ver lo que pasa a su alrededor, pasando cualquier situación por su filtro personal. Ellos no arriesgan, lo hacen los otros. Para qué van a rendir cuentas ante los empleados públicos, eso no está en su agenda. 
   El diseño y funcionamiento de las organizaciones sanitarias no puede ni debe ser opaco. Y es que esas presuntas innovaciones -muchas de ellas- son sustentadas y promovidas en exclusiva por funcionarios bien posicionados en las esferas del poder político y gubernamental, dirigidas a favorecer al colectivo profesional al que pertenece quien lo promueve.
   No se trata de resistencia al cambio (interpretable y modificable), hay oposición al cambio por las vías sin consenso, pues no olvidemos que las injusticias existen, los intereses de parte ni te cuento, las incongruencias existen y la incompetencia también. Negociar (ej. en mesa sectorial) no consiste en que uno gana y el otro pierde. Eso sería el negocio de uno, pero no un win-win (todos ganan y todos ceden). Las reformas deben hacerse con rigor, siendo inadmisible que vayan de tapadillo para despojarse de quienes les resultan incómodos ante sus extravagantes pretensiones. Esto va más allá de defender el esfuerzo invertido en una carrera profesional, humana y económicamente, un sacrificio que no sale gratis, y que ha servido para dignificar un sector profesional y alcanzar cotas de excelencia en trabajos de enorme responsabilidad, muchos de ellos investigaciones de proyección internacional. Nuestros compañeros y colegas de la sanidad ambiental andaluza, lo entenderán perfectamente. Seguramente los profesionales de otros sectores puedan verse reflejados. 
   Algún desconocido  ha propuesto suprimir una única categoría laboral de especialistas en sanidad ambiental con una trayectoria de más de 30 años de ejercicio profesional. Sorprendentemente, al mismo tiempo convocan una oferta pública de empleo celebrada el pasado 30 de marzo (en cuyo tribunal no hay ningún técnico de sanidad ambiental, siendo la excepción al criterio general: qué raro huele eso), que demostraría por si misma que esa categoría es necesaria en su regulación actual, pues de lo contrario, para qué convocas plazas que "supuestamente" no necesitas. Por si fuera poco, de propina se les sustraerá el derecho a la movilidad profesional, y les improvisarán tareas rutinarias durante la marcha, para no desocuparlos. El resto de categorías no se tocan, por ellos no pasa el tiempo ni las necesidades ni las reestructuraciones, manteniendo corporativismos añejos y a todos sus afines. En fin, innovación organizativa gourmet, ¿verdad? Una "reforma histórica", reducida a quitar de en medio a unos pocos. Como dirían Los Quemasangre: ¡Te-quie-i-ya! (te quieres ir ya, para los profanos en el dialecto). Alguien me susurra al oído animándome a que les diga, parafraseando a Fernán Gómez, váyanse a la mierda.  Ya nadie se acuerda de quienes y cómo se encauzaron los servicios de salud ambiental a tenor del funcionamiento anómalo de los antiguos farmacéuticos titulares (ponían a sus hijos y allegados como funcionarios sustitutos sin mediar bolsa oficial de trabajo, los de las delegaciones provinciales no salían del despacho y los directivos no querían comerse todos los vicios heredados: trámites a la carta de licencias municipales, análisis público-privados de aguas, capacitación anticuada, muestreos "teledirigidos", intereses cruzados con la botica, etc). El largo camino que hemos recorrido desde finales de los 80, no debería ser en balde, no hemos consolidado unos servicios públicos para liquidarlos sin escrúpulos, puesto que han servido para poner en valor lo que hacemos y en lo que creemos. 

   Acabo con unos versos que ejemplifican algunas de estas situaciones de la Administración sanitaria:

Ni contigo ni sin tí,
Tienen mis males remedio
Contigo porque, me matas
Sin tí porque, me muero