martes, 2 de enero de 2018

Se equivocó la Paloma, se equivocaba

    Creyó que tu falda era tu blusa, que tu corazón su casa. Hemos traído el poema de Alberti a raíz de una sorprendente noticia denunciada en las redes sociales (aquí y aquí). Ha tenido lugar en un barrio de Bristol (UK) donde han instalado en las ramas de los árboles un sistema antiposamiento de avifauna urbana basado en pinchos (recuerdan a las trincheras de la II guerra mundial), que impide la estancia de los pájaros. Al parecer, el objetivo es que las aves no descansen en los árboles para evitar que sus heces dañen los vehículos de la vía pública aparcados bajo los árboles. Esos sistemas de control de aves comenzaron instalándose en bienes del patrimonio histórico-artístico (monumentos, museos, edificaciones singulares) e infraestructuras sensibles (ej. aljibes) para evitar la nidificación y los daños ocasionados por la deposición de heces (hongos y bacterias) y acumulación de suciedad (alimentos, plumas, restos vegetales...).

Sistema de pinchos para ahuyentar aves instalados en árboles de Bristol (UK)

 Actualmente su utilización se ha extendido a edificios públicos y comunidades de vecinos donde las palomas les suponen un foco de suciedad. Sin embargo, lo llamativo de la noticia es que ofrece una nueva perspectiva con múltiples lecturas, siendo destacable el como los humanos les estamos haciendo la vida imposible hasta a los pájaros. Pensarán...que se vayan a cagar a otra parte (la imaginación al poder). Esto no va de un discurso pro-animalistas.
   Vaya por delante que defendemos el control racional de las poblaciones de palomas y otras aves (estorninos, cotorra argentina, urracas, tordos...), siempre desde criterios científico-técnicos solventes, con soluciones cívicas que hagan compatible la vida de los animales con las personas. Hay ciudades españolas (Barcelona) y europeas (Ginebra) que llevan años trabajando seriamente en este asunto, aportando importantes contribuciones a la literatura científica. Lo que es inadmisible es la mercantilización de los servicios de control de aves, sin programas sanitarios específicos, buscando hacer negocio sin escrúpulos y para ello, maleducando a la ciudadanía sobre el impacto real en la salud pública. Para eso están los registros de vigilancia epidemiológica, donde en los últimos 30 años se han documentado casos aislados de reacciones alérgicas (alveolitis) en humanos por ácaros y picaduras por garrapatas (Argas reflexus) ectoparásitas de las palomas, pero eso es inusual. No se puede elevar a la categoría de amenaza para la salud pública. No estamos en peligro por su presencia.  Pese a que las aves pueden contribuir a la distribución y transmisión de infecciones, es insuficiente la mera presencia de microorganismos o ectoparásitos para que los humanos desarrollen una enfermedad. El criterio de intervención (y de gestión presupuestaria) no se basa en posibilidades remotas. Recordemos los eslabones de la cadena epidemiológica, donde están involucrados diversos factores como la puerta de entrada-salida del agente causal, susceptibilidad del huésped, ciclo vital del patógeno, mecanismos de transmisión o el reservorio del agente. Sin duda, la presencia de heces de las palomas, requiere actuaciones de saneamiento, pero sin alarmismos, igual que con las cacas de otros animales domésticos que algunos vecinos nos regalan cada día a la salida del portal (supuestamente, amantes de los animales).   En una investigación que publicamos sobre el sector de control de plagas, identificamos el uso de publicidad sensacionalista, donde se equiparaban las palomas a ratas voladoras, con tal de infundir su repulsión y el temor entre los potenciales clientes. 
   Hace la friolera de 10 años que elaboré un informe para hacer una valoración sanitaria de un programa de control de palomas urbanas propuesto por un famoso Ayuntamiento de la provincia de Málaga y quedé atónito por su falta de profesionalidad. Cuatro folios no numerados, sin información gráfica ni estadística, sin visado profesional de entidades público-privada...Las carencias no se limitaban a lo formal, sino que se extendían al fondo: poblaciones sin cuantificar por áreas de anidamiento, descanso y fuentes de alimentación, sin identificar el origen ambiental, sin evaluar el riesgo con metodologías apropiadas, sin planificación de capturas, estado zoosanitario de los ejemplares, prioridades de actuación, etc.  Se obviaban tanto la Ecología como la Biología de las especies. Nada de sistemas contraceptivos para el control poblacional. Tampoco contemplaban donaciones a sociedades de colombofilia, refugios, asociaciones de defensa de animales, ni su cesión a otros municipios demandantes de estas especies. En resumen, estimaban que existía una población "elevada"(sic) de palomas, que pretendían capturar con el fin último de sacrificarlas. Y lo llamaron, programa. Una falta de sensibilidad escalofriante. Parece que Torrente le dio el visto bueno. 

El sistema de pinchos a veces provoca la muerte de la paloma por atrapamiento

   La presencia de palomas (torcaces, zuritas, turcas, bravías...) y otras aves (gorriones, golondrinas, vencejos, lavanderas...) no constituye por sí misma una plaga dañina. Las palomas han convivido desde tiempos remotos en armonía con los seres humanos, y su presencia ha sido auspiciada por la propia ciudadanía, constituyendo un valor emocional, pacificador y lúdico para personas de todas las edades (desde la simple observación hasta la suelta de palomas, fotografía, pintura, mensajería...). Conseguimos extinguir a la paloma migratoria americana; para compensar el ruido humano los verderones y carboneros tiene que cantar más tiempo; algunas aves comunes (tórtolas) han sufrido un declive preocupante de su población hasta del 90% en las 2 últimas décadas, y cuesta verlas. Y si empezamos con Alberti, acabaremos este post con todo un himno nacional en nuestro querido México: "..si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona". A ver si se enteran en Bristol, en Londres (donde los gorriones ya hicieron el Brexit) y en España, también.