jueves, 26 de marzo de 2020

La curva y su hombre

   La primera es sigmoidal y el segundo es el conocido epidemiólogo convertido en portavoz de gobierno para los asuntos técnicos del covid-19. Los biólogos estudiamos este tipo de curvas en Bioquímica (cinética enzimática de Michaelis-Menten) y en Microbiología (crecimiento bacteriano), donde se identifica una primera fase de subida exponencial, una segunda de ajuste lineal, posteriormente una fase estacionaria y finalmente el declive de casos. A nuestro hombre le están dando por todos lados, la del pulpo. Los medios de comunicación no paran de ensañarse con él, por sus mensajes erróneos y también contradictorios, e incluso por su aspecto en las comparecencias públicas. Hay quien habla de aspecto desaliñado y poco higiénico, sin cuestionar su capacitación, aunque la imagen también hay que cuidarla (serlo y parecerlo, deben ir unidos). No necesariamente con chaqueta y corbata. Quien no ha visto a los de chaqueta y corbata con zapatos sucios y olor a colonia mezclada con sudor. 

No todo se arregla con traje y corbata

   Aunque se le crítica ferozmente su ejercicio profesional por navegar a la deriva de las instrucciones de los políticos. Y aquí es donde está el motivo de mi entrada. Ya dediqué otras entradas a quien mueve los hilos entre las bambalinas de la Administración pública (aquí y aquí). No tengo duda de que a Fernando Simón lo están tratando como al "tonto útil", forzándole a decir lo que quiere el gobierno, en lugar de haber puesto en su lugar a un cargo político y no técnico. Llevamos escuchando lo de acercarnos al pico de la curva, a golpe de martillo pilón, pero de lo sustancial apenas se habla. O mejor dicho, no le dejan hablar.   Y se vuelve a repetir, el político queda a salvo y achicharran al profesional. Cada vez son mayores las voces que piden sin piedad, la dimisión de Fernando. Curiosamente no tanto por sus errores de comunicación sino por tragar con lo que dictan los políticos. Es decir, por su falta de coherencia: si profesionalmente piensas una cosa, y dices la contraria, debes irte. En este punto, las críticas de los medios, aunque no les falte parte de razón (lo del 8-M fue de traca), también son diabólicas por no tener en cuenta que seguramente no se puede dimitir tan fácilmente. O es que alguien cree que el epidemiólogo es un alma libre.  Pues no, no lo es. Muchos funcionarios están condicionados en sus destinos por diferentes razones: conciliación familiar (y si no, vete a donde se fue el Padre Topete), condiciones retributivas de pan y manteca, recortes competenciales de papel y lápiz (si no haces lo que te ordeno), jefes insufribles, y un largo etcétera, donde cabe incluir las amenazas invisibles.
   En mi relación con los epidemiológos que he conocido en el SAS y con algunos he trabajado conjuntamente, siempre me han dado la impresión de tener en común ser unos teóricos de despacho. Poco pegados a la realidad y se expresan como tal. Los ciudadanos necesitan de distinta nomenclatura. En cualquier caso es muy difícil ponerse en el pellejo del epidemiólogo, en un situación tan extraordinaria como la que estamos viviendo. Desde aquí le mando fuerzas y le deseo lo mejor. 
   En cuanto a la propia situación de confinamiento es muy desalentadora, se siente el nerviosismo generalizado cuando vas a los comercios abiertos autorizados (farmacia, super), ves a personas con paso ligero y expresión de temor (no digo miedo, pero sí mucha preocupación), peatones con pasamontañas a falta de mascarillas, el frutero que ha rescatado el vestuario militar de la mili, insultos entre clientes por no respetar la distancia de seguridad de 1 m, tensión entre los compañeros del centro de salud por la falta de medios de protección en cantidad y calidad viendo como aumentan las tasas de contagio entre los profesionales. Queremos trabajar como verdaderos profesionales, sin los remedios de la abuela, sin bolsas de basura, sin mascarillas de mercadillo, sin protectores faciales caseros de acetato, con test de diagnóstico fiables y sensibles, con una organización y coordinación homogénea, y por supuesto, con tomas de decisiones apropiadas en tiempo y forma. Si nos la estamos jugando, que sea con dignidad y no con tantos aplausos.
  Aquí me detengo para alzar la voz en defensa de los empleados no sanitarios que trabajan en los centros de salud y hospitales, que igualmente estamos expuestos al coronavirus, aunque en menor grado que un DCCU o una UCI. Viene al caso recordar que en el Congreso de los Diputados han cerrado con llave los despachos por el positivo de la Vicepresidenta, y ellos no son sanitarios. Pues imagínate en un centro de salud, donde vienen personas con síntomas y asintomáticos. Basta ya de hablar únicamente de profesionales sanitarios, estamos todos en el mismo barco, y trabajamos para que no se venga a pique. 
   Dicen que esta pandemia va a cambiarlo todo, que lo peor vendrá después, las relaciones entre países, las condiciones de transporte, recortes de personal y hasta la forma de trabajar. La verdad es que huele raro que quieran implantar el teletrabajo para unas pocas semanas y ya está, sin recursos y sin cultura organizativa previa. No somos de teorías conspiratorias, pero tampoco nos hemos caído del guindo.  En fin, es una situación muy penosa que todos deseamos que pase, y veamos la luz.